domingo, 7 de junio de 2009

Ruinas de Qal’at Abd-al Salam

Hace 891 años, el 3 de mayo de 1118 para ser exactos, las tropas del arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac rindieron para la cristandad la plaza de Qal’at Abd-al Salam, pasando a formar parte la fortaleza y su comarca del señorío arzobispal. Empezó así el declinar de este poblado que acabó llamandose Alcalá la Vieja y el resurguir del villorio que había alrededor del templo dedicado a los santos niños Justo y Pastor, cerca de la antigua Complutum.

Qal’at Abd-al Salam, o el Castillo del Príncipe de la Paz, estaba situada sobre una loma en frente de lo que actualmente es la ermita de la Virgen del Val. Unos imponentes cortados arcillosos, en el margen izquierdo del rio Henares, protegían su flanco norte y los otros lados estaban circundados por una recia muralla con ocho torreones.
Protegía el camino de Guadalajara a Toledo, dominando desde su altura el valle del Henares. Un importante núcleo urbano creció alrededor del castillo cuando las incursiones cristianas por la zona se hiciereon frecuentes en la segunda mitad del siglo XI.

Poco queda de todo ello: la torre albarrana, restaurada hace poco, junto con restos de murallas en el lado este, dos torreones muy degradados a punto de echar a rodar por la ladera, y unos aljibes y silos medio protegidos por una valla de plástico para impedir la caida al interior de los imprudentes. No hay ningún cartel que te indique en dónde estás ni qué fue este lugar.



Para llegar hasta allí partimos del aparcamiento del Parque de los Cerros, tomando el camino que sigue lo más cerca al río. Cuando el camino tuerce cuesta arriba a la derecha, tomar el sendero a la izquierda que trascurre por unos cortados de arcilla a varios metros sobre el rio. Esta es la parte mas bonita del recorrido, por su proximidad al río y su frondoso bosque de ribera. Luego el sendero te devuelve al camino, al lado de un cartel que describe "la ruta del castillo árabe" y que milagrosamente no ha sido dañado por algún grafitero bobo. Ya estamos cerca de la represa que sirve el agua al Caz de la Isla del Colegio y punto de encuetro para el botellón de los viernes y los sábados tarde-noche.

Siguiendo nuestro camino, amenizado por los gritos entusiastas de los aficionados futbuleros y por simpaticos consejos publicitarios que surgen del cercano campo de futbol local, se llega hasta un bifurcación marcada con un pequeño cartel que indica los dos destinos, el castillo o el cerro del Ecce Homo. Tomando el de la izquierda al poco se ve la torre albarrana y subiendo una ligera cuesta se llega a ella.
Tiempo trascurrido: una hora y cuarto de un domingo a finales de primavera.

2 comentarios:

Cuquicu dijo...

Magnífica reseña, muchas gracias por ilustrarnos sobre las verdaderas joyas hitóricas de nuestra ciudad.

Víctor Hugo dijo...

¡Genial! Ahí te paso una entrada que hice sobre el Castillo. Y que haya gente en la ciudad que no conozca ni su existencia... En fin:) ¡Saludos!

http://du-dum-dum.blogspot.com.es/2011/07/el-castillo-de-alcala-la-vieja-y-un.html